4.28.2008

Pancho

Señor, venimos a pedirte por uno que era nuestro…
El Onkel Pancho, el Bena, el Tata, el Panchulo, tu Francisco…
Con él se cierra en un sentido misterioso nuestra historia, Señor… Hace casi tres años murió la Tere Vieja, este diciembre que pasó celebraron sus 66 años de matrimonio. Sí, Señor, pese a la muerte de la Tere, todavía este diciembre celebramos sus 66 años de matrimonio, porque Pancho estaba aquí.
Porque Pancho estaba aquí, Señor, en esta Holanda, eco vivo de aquel Manu Tara de nuestro origen… Estaba con nosotros, y con él todavía la presencia de la Tere Vieja y nuestra historia. Todavía hasta ayer podíamos volver a esta Itaca nuestra… a la casa del Pancho, Dios nuestro, ¡Recién ayer, apenas hace unas horas, podíamos volver a encontrarnos Contigo en él!
Perdónanos, Señor, porque el dolor no nos permite aún imaginar la vida sin Él. Sabemos que cuidarás de nosotros en otros, porque siempre te manifiestas renovadamente, Pero Tú lo sabes, Dios nuestro…
Pancho fue el papá y el abuelo de la Javi y la Bena y de cada uno de los que estamos aquí… El Nano, Álvaro, la Blanca, la Carmen Paz, el Guille, la Ceci, la Cuco, la Juana, Cristián, Los Zúñiga, Los Pérez, Los Benavides, los Aranda, los Carrozzi, los Artorga, los Reyes, los Osorio, Señor, tantos y tantas que él adoptó como hijos suyos y lo elegimos a él como abuelo nuestro.
Padre amado, venimos a pedirte por éste Pancho nuestro que era tuyo sin saberlo; por este Pancho que nunca pudo entregarse del todo a tu promesa, que quiso creer en tu Resurrección y no pudo, Señor, como tantos de nosotros, que queremos, y no podemos, creer que haces posible lo imposible. Pancho se quedó en el "más acá" de la vida mientras la Tere Vieja se arrojaba como niña en tu trascendencia de Rosario en mano… y se pusieron en camino para regalarnos el sentido más hondo de pertenecía, nuestro ser… Somos de ellos… y somos testigos de que ambos nos amaron primero, como Tú, primero y pese a nosotros mismos. Su amor es su obra Señor. Este viejo cascarrabias, celoso y machista, terco como mula cuyana, poco dado a las caricias aprendidas apenas de viejo, él, Señor, él nos amó primero, una y otra vez, siempre de nuevo, cada vez que nos hizo falta, incluso cuando por años lo hubiéramos abandonado porque no tuvimos fuerza para reconocer que le mentimos o nos equivocamos. Nos amó, Señor, en lo concreto de la casa abierta de par en par a la hora que fuera, cuando sacó en lo secreto de su escritorio la billetera sin preguntar y pagó por nuestros desórdenes, enfermedades y se apropió de nuestros sueños y proyectos. Sí, nos amó en lo concreto, sin discursos, simplemente, en el silencio de su escucha, en su consejo correctivo, en sus manos… Sus manos, Señor, nunca podremos olvidar sus manos tocando la frente de nuestros hijos al nacer… sus manos y el latido de su corazón. ¿Qué haremos ahora, Señor, sin su presencia cotidiana? Necesitamos su abrazo de carne y hueso y ya no lo tendremos, ¿Cómo podremos relevarlo en su misión de sostenernos y amarnos como él nos amó? Somos testigos, nosotros lo hemos vivido, Pancho encarnó tu presencia entre nosotros.
Y no podemos creer que fuimos merecedores de tanto amor, no podemos dejar de darte gracias por él, nada nuestro se comprende sin su amor. Amó y fue amado, ésta es su obra, mi Señor, regálale Tú esa Resurrección anhelada a este viejo porfiado que no pudo darse cuenta que el mayor ejemplo de que Tú existes y nada tuyo se pierde fue él mismo.
- "Le tengo miedo a la muerte" - le dijo Pancho a la Javi.
- "Pero Tata, te vas a encontrar con la Vieja Perejil"
El la miró incrédulo
- ¿Pero tú realmente crees eso?
- "Sí, Tata, no sólo con la Viejita, también con tu papá y tu mamá, con todos…"
Sí, Señor, dile a nuestro Pancho que se equivocó, que Tú Eres, y que él Vive, porque el Amor no puede morir y dile que nos espere tranquilito, porque volveremos a su abrazo…

Valentina

Santiago, jueves 24 de abril de 2008, en este otoño sin lluvia.